En un momento dado pasas de eso y dices no quiero. Te comiste un dedo y te arrancaste la mano entera. Ora ibas y ora venias. Limpiaste en todo momento tus zapatos. Aun cuando entrabas en las reuniones y todos te felicitaban. Después todo llego a volverse lo mismo y te comiste los arcoiris y las medusas. Uno es enfadoso y delincuente. Las medusas amenazaron con dientes crueles ¿Los arcoiris?
Desperté porque en el sueño se revolcaba de dolor mientras los perros le comían a mordidas. No quise esa horrible imagen donde todo era tan doloroso que mejor desperté. El cuarto estaba oscuro y mi cobija se había caído. Tenia frío y me acurruque de nuevo. Entonces me dormí pero el sueño insistió neciamente.
Y de todos modos no quiero . Ya no quiero. Digamos que yo paso ¿Y los arcoiris?
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Nos metimos a aquel starbucks y platicamos hasta la medianoche. Reímos mucho cuando le platiqué del ratón que maté y que se quiso comer a Sonia, mi tortuga. Cuando llegué se estaban peleando y casi le arranca la cabeza. La tortuga estaba asustada y alzaba sus patas y roncaba violenta. Entonces llegué y le agarré a escobazos. Corrió el hijo deputa debajo de la cama y entonces aullé a jicoTe. El cabron llegó desconcertado para comerse al infeliz roedor ese. Había sangre de Sonia en las piedras de la pecera y faltaban dos pececillos.
Había estado ausente todo el fin de semana y cuando llegué aquello estaba hecho un lío. Fue cuando comenzó a morirse de risa y la gente nos miraba y mejor pedí mas café y en tanto le platicaba, incansable, toda la escena, ella reía y reía sin parar.
Nos habíamos comido entera aquella tira de pastas que habíamos conectado. Era media noche y después del starbucks fuimos a tomar por culo al antro ese donde sonaba aquella música imposible de DJ Tiesto.
Entonces todo era diferente porque estábamos juntos y podíamos hacer toda esa clase de cosas que hacen los que están enamorados y juntos y tienen la noche por delante y tienen dinero y saben que el mundo es una mierda continua y no hay mas alternativa que la de dejarse ir y dejar que el mundo ruede.
Recuerdo que comimos antes de pedir botellas y de pasar la noche entera bailando.
Amanecimos literalmente en un parque. Yo buscando mi camisa y muriéndome de frío y ella entre unos arbustos acurrucada entre las piedras y tres ardillas.